Angustia(s)
Hoy quiero hablar de la angustia, y sé que empezar algo así no es nada prometedor pero necesito nombrarla. Lacan le dedicó un seminario entero, pero yo no me voy a poner tan técnica porque no lo entiendo mucho y además las palabras de otro me sirven para no hacerme cargo de las mías, y hoy, las necesito. Porque hace días y me atrevería de decir que semanas, así en plural, estoy evitando encontrarme con las teclas porque se que es en donde mis emociones se encuentran y, a veces, me da miedo sentir tanto.
Cada uno escapa como puede de aquello que no quiere sentir, será tomando ciertas sustancias en exceso, viendo películas románticas o de terror, juntándose con amigos para no hablar de nada. Yo, por ejemplo, me hundo en un mar de responsabilidades, aunque me gustaría más llorar por alguna película pochoclera en el sillón. Para mi es más fácil ahogarme en un vaso de agua por la tesis, que al fin y al cabo es algo concreto con resoluciones más “claras”, que angustiarme por eso que no sé. Porque siempre el motivo es otro.
Y mientras mis dedos aprietan las teclas yo puedo decir que la angustia que estuvo todo este tiempo abajo de la alfombra, pero anoche decidió hacerse notar, es porque mañana es un año de la muerte de mi papá. Pero tampoco es eso, porque la muerte es mucho más que muerte, porque es tan incomprensible que las palabras nunca van a alcanzar, porque ¿Qué es la muerte sino la ausencia que se deja en vida? Y mañana son 365 días de ausencia. De que el mundo sigue girando exactamente igual aunque muchas personas dejaron de existir. De que mi vida cambió rotundamente aunque sigue toda igual porque la existencia no es más que un oxímoron. Y todo lo que escribo lo comprendo, pero a su partida no, y a muchas otras cosas tampoco, y es precisamente aquel el motivo por el cual las palabras nunca van a faltar.
Y yo no pretendo que venga nadie con el secreto escrito en un papelito doblado como esas cartitas que se pasaban en el colegio cuando la maestra no veía, porque la vida no sería vida si estuviera todo dicho. Aunque cuando estoy así, con el corazón comprimido y un aire guardado en mi pecho que me ahoga y no encuentra lugar para salir, me gustaría ser de nuevo esa niña con dos colitas y flequillo, que guardaba todos esos papelitos en su cartuchera y llegaba a casa para hacer una carrera desde la puerta del cuarto y tirarse encima de la panza de su papá, siendo agarrada por esos brazos que se fueron mucho antes que hace un año, pero hace 365 días que los añoro un poco más.