Placeres prohibidos
¿Por qué nos empecinamos en limitar los placeres? Me pregunto mientras suena el Monstruo Sebastián un jueves a las 4 de la tarde.
¿Será acaso que necesitamos de prohibiciones para disfrutar más? Resuena en mi mente ahora esta pregunta, mientras me cebo el décimo mate que ya está un poco lavado pero me niego a cambiar.
Creo que lo que hago no es más que buscar una respuesta satisfactoria a la incógnita de por qué está solo socialmente aceptada la cumbia y el cuarteto los fines de semana. Aceptada siempre y cuando haya unas bebidas alcohólicas de por medio que nos aflojen los miedos y logren que las piernas se levanten solas a bailar. No te atrevas a escucharla solo por gusto ¿Por qué?
Tratar de responder esto, es como dar vueltas a una calesita, podría estar horas subidas sin llegar a ningún lado, pero disfrutando el viaje. ¿Acaso hay algo que me guste más que divagar entre hipótesis que nunca podría corroborar?
Las veces que escuche a policías del placer ajeno discutiendo con los horarios para que suene determinado género y canción. Por suerte, me gusta desafiar la ley (aunque no tanto como para verme entre rejas, hay límites) así que acá estamos.
Son esas personas que tienen todo ordenadito como siguiendo un plan. Hijos sanos del capitalismo con su perfecta rutina que cumplir: lunes grises, donde no es muy permitido sonreír. Quizás solo un poco después de las 18, cuando se termina el horario laboral. Quizás un poco de rock podés escuchar, pero nada muy festivo, no se te vaya a querer pasar por la mente querer bailar. Lo atinado sería algo para llorar, quizás un poco de Lorde para acompañar la depresión de la semana de mierda que se viene. Si sos un poco más avispado, algún género que te permita gritar sacando el odio que le tenes a tu jefe, pero no mucho más. No se te ocurra, ni por un instante, que suene un acordeón con un ritmo tropical.
Los viernes las cosas cambian, podes empezar a sonreír porque estamos en el fin de la semana. El aire es distinto, más liviano, y los excesos se permiten. Los policías bajan la guardia. Podés sonreír y si querés comprarte el día anterior la bebida de tu elección para las noches que se vienen. Puede sonar de manera descarada un Rodrigo. Te quedas tranquilo, es viernes, nadie va a opinar, y si dignan hacerlo, los comentarios caerán sobre él. Los fines de semana son tuyos, el mandato socialmente aceptado ahora sos vos. Que no se les ocurra a los fundamentalistas de la tristeza opacarte.
¿Será que los fines de semana son felices porque están musicalizados por la melodía tropical? Para pensar (quizás hasta puedo cambiar el mundo como lo conocemos con este descubrimiento).
Pero por favor, se los ruego, visualicen conmigo. Sientan ese acordeón, el wiro de fondo, la percusión latina. Las voces gruesas que cantan con pasión verdades que estaban ocultas bajo la alfombra pero nosotros nunca supimos poner en palabras.
Si prestan atención podrían hasta adivinar en sus voces el nombre de la persona para quien la cantan. Siempre hay una. Es por esto que ustedes pueden cantarle a los gritos cambiándole el nombre. Yo tengo mi lista personal de aquellos amores que se merecen que aún hoy siga desgarrándome la garganta.
Sientan. No es superficial como te quisieron hacer creer aquellas personas criadas en un monoambiente en capital. Al contrario, dice mucho más. Si no, no estarían tan asustados.
Sientan, el sonido de lo popular levatándose y dejense llevar, que por más nariz parada todos venimos del mismo barro, y no hay nada mejor que la comunidad. No frunzan el ceño mientras tratan de contener las ganas de bailar, que ya sabemos que los pies se mueven solos, por más que se resistan, que se quieran diferenciar.
¿A que le tienen miedo?
La vida es muy corta para ser feliz solo dos días a la semana. Permitanse placeres prohibidos. Que nadie es menos por escuchar al León un martes a las 9 de la mañana. No reniegues de tus raíces, que en este mundo podemos ser de todo. Ya lo dijeron los Ángeles azules, olvidate de la vanidad y deja el orgullo afuera. Que yo se que en el fondo la cumbia y el cuarteto de barrio siempre te alivianarán un poco el andar.